El niño de las lentes mágicas
¡Es el colegio más bonito del mundo!
¡Es mi colegio! ¡Es mágico!
Lleno de risas y juegos, voces e historias que
vuelan, como mariposas de colores, por sus largos pasillos, los niños y niñas
dibujaban alegres, con un lápiz invisible, secretos en sus blancas paredes.
Mi Colegio es nuevo. El antiguo se fue, poco a poco, quedando en el recuerdo de los mayores que habían aprendido a leer, escribir y jugar entre sus paredes y patios.
Mi Colegio es nuevo. El antiguo se fue, poco a poco, quedando en el recuerdo de los mayores que habían aprendido a leer, escribir y jugar entre sus paredes y patios.
En el calor de sus aulas se viven historias
hermosas, como la del niño de color chocolate, el niño de nata, la niña de
fresa y la de la niña de ojos color melocotón.
El niño de color chocolate llegó nuevo
al Colegio. Su pelo rizado y sus ojos oscuros contrastaban con su s grades
lentes color ámbar.
El niño color chocolate quería tener
amigos y amigas, pero a los niños y niñas de nata nos les gustaba el color de
su piel, porque era diferente y único en la clase. Se sentía triste porque no
era aceptado en los juegos y, aunque la maestra se esforzaba en hacerles
entender que todos eran iguales y debían de ser amigos, no lo entendían.
Un día se cansó de ser amable y, para
hacerse querer por los demás, empezó a esconderse dentro de su sudadera.
Primero abrochándose poco a poco la cremallera, luego metiendo su cabeza dentro
de la capucha. Poco a poco se fue replegando sobre sí mismo, pero nadie se fijaba
en él. Todos jugaban en los recreos sin darse cuenta de que el los miraba desde
lejos, sin atreverse a acercarse a los alegres niños.
¡Cada día estaba más triste y solo!
¡Dejó de estudiar y trabajar en clase!
Una mañana, antes del recreo, empezó a
insultar a sus compañeros, y descubrió que todos se fijaban en él, que
discutían con él y también le insultaban. ¡Por fin le hacían caso! Aunque no le
gustaba esa relación, entendía que era la única forma de hablar con los niños
de nata y niñas de fresa.
Las cosas cambiaron mucho, todos
entraron en conflicto y la clase se volvió insoportable, discutían, se
insultaban, no se concentraban y hasta llegaban a darse alguna que otra patada.
¡El niño de color chocolate se sentía
cada vez más solo y abandonado!
Se acercaba el día de la paz y los
niños coloreaban múltiples palomas,
árboles y arcoíris para sus murales.
Aprendían poemas y el maestro Luis les enseñaba una bonita canción para
cantarla todos juntos, además la cantarían en inglés y con lenguaje de signos
para que todos los niños del cole la pudieran entender.
¡Se
preparaba una gran fiesta en el Cole!
La seño Maca visitó las clases con una
enorme caja rosa, invitando a los niños a escribir sus historias y dejarlas en
la “caja rosa de la paz”.
El niño de color chocolate se atrevió
a escribir su historia y, con manos temblorosas, sin que nadie lo viera, dejo
su papel de dos rayas y torpe letra en boli verde, dentro de la caja rosa.
El hada de la paz, que todo lo ve y ama mucho
a los que se sienten tristes y abandonados, leyó su historia y escribió, en la
mañana del 30 de enero, con su varita, un gran secreto en el corazón del niño
de color chocolate: “La amistad no se puede forzar, los amigos nacen. Eres
bueno y tienes muchas cosas que ofrecer a los demás. Acércate poco a poco a los
niños de nata y niñas de ojos color melocotón, ofrécele lo bueno que hay en ti.
Enséñale algo de tu país, algo que ellos no sepan, abre tu corazón para que
puedan ver tu interior. Estudia para que
vean que eres inteligente y sobre todo, desbrocha tu sudadera, quítate la
capucha de la cabeza y deja que vean lo guapo que eres y la maravillosa persona
que eres".
El corazón le empezó a latir con mucha
fuerza y el niño de color chocolate y lentes mágicas de ámbar descubrió el
valor de la paz en su interior y, que al abrir su sudadera y quitar la capucha
de su cabeza los lazos de amistad fueron más grandes, escribiendo una hermosa
historia de paz.
Aquella mañana del 30 de enero cientos de corazones se unían en un hermoso arcoíris en el patio de mi colegio para celebrar el día de la paz.
Aquella mañana del 30 de enero cientos de corazones se unían en un hermoso arcoíris en el patio de mi colegio para celebrar el día de la paz.
Autora: Jerónima
Caparrós Soler